jueves, 25 de marzo de 2010

Instrucción de la causa y derecho de defensa (y dos)

El auto de la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que declara ilícitas las intervenciones en las conversaciones de los acusados por el conocido como “caso Gurtel” y sus letrados no es un triunfo de los imputados en tal caso, por los que no siento la menor simpatía, sino del Estado de Derecho.

Como decía en mi anterior entrada sobre este mismo tema (28-10-09) “En el proceso penal no hay ni pueden haber atajos. Y quien los toma puede verse obligado a regresar al principio para tomar el camino adecuado”.

Intervenir las conversaciones entre los imputados y sus letrados puede ser muy útil para el conocimiento de los hechos por parte del instructor, pero quiebra el derecho fundamental de defensa que es pilar fundamental del Estado de Derecho. Y el TSJ ha obrado con total rectitud al declarar ilícita tal práctica, lo que, además, es un importante aviso para navegantes, léase instructores tentados a tomar el “atajo” de adoptar la vía cómoda de instrucción que supone espiar las conversaciones entre los acusados y sus abogados.

No puedo menos que suscribir la impecable argumentación de la Sala, cuando dice que "el ejercicio del derecho de defensa implica la comunicación del imputado con el abogado nombrado, o designado de oficio, a fin de que aquél pueda transmitirle los datos necesarios para plantear la defensa de sus intereses, y el abogado le asesore sobre la mejor forma de hacerlo".

Y añade

"Es evidente que el contenido de la conversación susceptible de ser mantenida entre el abogado y su cliente puede ser amplísima, abarcando incluso en algunos casos el reconocimiento de su culpa por el imputado o la aportación a su abogado de datos sustanciales sobre la comisión del delito con cuyo conocimiento el letrado puede articular su defensa, viniendo siempre obligado a mantenerlos reservados, hasta tal punto de que su descubrimiento constituiría un delito", así como que "la confidencialidad de las comunicaciones de los abogados con sus clientes resulta esencial para garantizar la efectividad real de ese derecho a no reconocer voluntariamente la culpabilidad".

Y contundente es la argumentación del Tribunal cuando afirma que:

"Desaparecida, afortunadamente, en nuestro derecho la facultad de obtener la confesión forzada del culpable a través de la tortura, la generalización de la intervención de las comunicaciones de los imputados con sus abogados permitiría renacer, en cierto modo, ese método inquisitorial, sustituyéndolo por el aprovechamiento de situaciones en las que la apariencia de confianza en la comunicación con el abogado permitiría obtener datos incriminadores directamente del acusado, en contra de su voluntad"

El Fiscal General del Estado se apresuró ayer cuando la resolución no se conocía más que a través de los medios de comunicación –curiosa y frecuente avanzadilla de la preceptiva notificación a quienes son parte en la causa- a indicar que en el sumario existe otro abundante material probatorio que permite la continuación del mismo y el mantenimiento de la acusación.

Esperemos que así sea. Tan reprobable resulta la obtención de pruebas por medios ilícitos, como repugnante resulta que un delincuente –en el caso de que resulte probado que lo es- se vaya de rositas porque el instructor haya querido tomar un atajo y las pruebas incriminatorias no puedan fundamentar una sentencia condenatoria.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Se fue sin el Nóbel de la Paz

Fue propuesta el año 2007. Pero se lo dieron a Al Gore por su trabajo contra el calenta-miento del planeta. En 2009 se lo dieron a Barak Obama por sus buenas intenciones, Irena ya no era candidata.

Irena Sendler murió el 12 de mayo de 2008 a la edad de 98 años sin llevarse el premio Nóbel de la Paz. Pero ¿qué hizo Irene Sendler para merecer tal premio? No hizo estudio alguno sobre el calentamiento del planeta, ni, desde luego, se lucró dando conferencias sobre sus trabajos. No tuvo buenas intenciones, no. Simplemente las llevó a la práctica.

Irena Sendler o Sendlerowa fue una víctima más, ¡tantas hubieron! de la barbarie nazi. Conocida como "El Ángel del Gueto de Varsovia", fue una enfermera polaca que consiguió un permiso para ejercer funciones como especialista de alcantarillado y tuberías en el Ghetto de Varsovia.

Irena, no obstante, no se dedicó -o no sólo se dedicó- a desatascar tuberías. Irena sacaba niños camuflados entre sus útiles de trabajo y los sacaba del Ghetto ocultos en su camioneta, defendidos de los soldados nazis por un perro que entrenó para que les ladrara cuando se acercaran, amortiguando el llanto o los gritos de los niños y "desanimando" a los soldados a hacer mayores averiguaciones y valiéndose de todo tipo de subterfugios para esconderlos: sacos, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercancías, bolsas de patatas, ataúdes... En sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.. Así salvo la vida a unos 2.500 niños, a lo largo de un año y medio.

Pero claro, todo "crimen" tiene su "justo castigo". Un buen día, mejor dicho, un mal día alguien descubrió lo que Irena estaba haciendo al amparo de su supuesto trabajo. Irena fue detenida por la Gestapo, llevada a la infame prisión de Pawiak y brutalmente torturada. Le rompieron los brazos y las piernas.

Irena no solo salvaba niños. Salvaba también su identidad, su dignidad. Llevó con esmero un preciso registro con el nombre de cada niño que iba salvando. Consciente de lo que supondría si tal registro caía en manos de los nazis, lo guardaba en un recipiente de vidrio y lo enterraba en su jardín, junto a un árbol. Cuando acabó la contienda intentó localizar a los padres supervivientes y reunir las familias. Lamentablemente la mayoría habían perecido en las cámaras de gas.

En 1965 la organización Yad Vashem de Jerusalén le otorgó el título de Justa entre las naciones y se la nombró ciudadana honoraria de Israel. En noviembre de 2003 el presidente de la República, Aleksander Kwasniewski, le otorgó la más alta distinción civil de Polonia: la Orden del Águila Blanca. Pero no le dieron el Premio Nóbel de la Paz. Se lo llevó Al Gore.

Os preguntaréis por qué cuento esto hoy, a los casi dos años de su muerte. Simplemente porque he recibido un email de estos que tanto corren por Internet como si Irena hubiera muerto hoy. Y me he alegrado y mucho, porque ha hecho que la recordase y que pensase en lo injustos que hemos sido con Irena olvidándola.

Descansa en paz, Irena. No te dieron el Premio Nóbel de Paz pero todos los hombres y mujeres de bien, todos los que amamos la libertad y la justicia estoy seguro de que te lo hemos dado en nuestros corazones. Aunque se lo dieran a Al Gore.